Ya hemos empezado con alguna de las sesiones individuales (familias e hij@s) del Programa “Orienta tu talento y tu vocación en la misma dirección”, cuyos destinatarios son alumnado de ESO y bachillerato. La primera reflexión que he hecho es que tengo que añadir el término “…y tus emociones” de alguna manera en el título del programa.
Voy a intentar explicarme a través de post y lo dedico a todos los adultos que estamos en contacto con estos adolescentes porque si nosotros no sabemos gestionar nuestras emociones, proyectamos en ellos impactos muy, pero que muy, negativos. Lo dedico a todos los adultos, pero hago especial hincapié en los padres y madres.
Empiezo haciendo alguna afirmación acerca de las emociones. Todo sabemos que ellas dirigen nuestra atención, creando significados y potenciando nuestros recuerdos. Las emociones nos dan fuerza e inciden, para bien o para mal, en nuestros objetivos. En definitiva, los estados emocionales influyen en nuestros comportamientos y nos ayudan a tomar la mayoría de las decisiones, para bien o para mal.
¿Hasta aquí, estamos de acuerdo? Pues ahora viene lo duro ¿Qué pasa cuando tenemos hijos (me voy directa a los padres) a los cuales estresamos y conseguimos que sean “ingobernables” emocionalmente hablando? ¿Cuánto hay en ello de nuestra propia responsabilidad?

Solo hay que pararse a escuchar las conversaciones de las familias, desde la escucha activa. ¿Cómo proyectamos nuestras preocupaciones, ansiedades, rabias, iras, tristezas…, todas ellas emociones mal gestionadas, en nuestros hijos? Esa proyección nos lleva a saturarles y tiene, biológicamente, un impacto negativo en el aprendizaje de los chavales y en su relación con el mundo. Si la corteza del neocórtex es responsable de la memoria activa y del recuerdo y en ella se unen las sensaciones y emociones, cuando saturamos al sistema límbico por la visión negativa de la vida, no se puede pensar y su cerebro activa el “modo supervivencia” que no es bueno para el verdadero aprendizaje. Aparece en ellos el pasotismo, el desprecio, la vergüenza y el cierre al aprendizaje y a la vida misma.
Hay que romper con ello. Tenemos que ser emocionalmente inteligentes nosotros para que ellos puedan desarrollar su propia inteligencia emocional y no podemos esperar a que sean adultos.
Estoy viviendo en estas sesiones individuales la necesidad de trabajar con los padres las emociones para que ellos empoderen a sus hijos y que verdaderamente puedan unir talento y vocación. La inteligencia emocional es la casilla de salida para el resto. Si vamos por la mitad del tablero y no sabemos gestionar las emociones, tenemos que volver a la casilla de salida. No hay otra manera.

Señores y señoras, pedimos incluir la inteligencia emocional en los colegios pero nosotros mismos no sabemos qué es eso y somos los primeros que influimos en nuestros hijos. Lo hacemos de manera no consciente y por desconocimiento.
Padres y madres, esta actitud de comprender, motivar y gestionar emociones también es nuestra obligación como padres. Los talentos, las inteligencias solo pueden ser triunfantes si las personas somos hábiles con las emociones. Anoten esto y busquen solución de manera consciente.